Quien me conoce sabe que una de mis principales aficiones es el teatro. Pero quien me conoce aún más diría que en concreto siento debilidad por el teatro musical. Lo que para unos es molesto y antinatural, para mí refleja un modo de ver y experimentar la vida distinto, en el que surgen canciones de la felicidad y de la desesperanza.
Por eso, al organizar nuestro viaje a Nueva York en septiembre de 2022, una parte de mí ansiaba poder ver mi primer musical en Broadway, meca de este tipo de espectáculos a nivel global. Tras mucha meditación y, por qué no reconocerlo, un par de visitas a la aplicación del banco para comprobar mi liquidez, decidimos dar un paso adelante y comprar dos tickets para uno de los musicales más longevos del Theatre District neoyorquino: Wicked.
Y llegó el día. Nos presentamos en el Gershwin Theatre casi una hora antes y la cola ya daba la vuelta a la esquina. He de reconocer que me decepcioné un poco al ver la fachada del teatro, ubicado como si de un centro comercial se tratase (nada que ver con el teatro del Fantasma de la Ópera, por ejemplo), pero dejando eso al margen, el acceso fue súper rápido, tanto que casi no pudimos detenernos a sacar fotos del interior del teatro.
Dispuesto con unas escaleras mecánicas, entiendo que para evitar movimientos innecesarios del público entre planta y planta, el teatro cuenta con algunos artículos de exposición como los trajes originales del espectáculo o el libreto en el que se basa la obra. Tras una breve escapada al rincón del merchandising y una hiper veloz compra de lo único que no era descabelladamente caro (en este caso, un imán de nevera), Christian y yo teníamos nuestros asientos. ¡Y qué maravillosa elección de butacas habíamos hecho! En delantera de entresuelo, con nada ni nadie delante para obstaculizar la visión, un 10 de 10 (mi agradecimiento a la web "seatplan" desde la que puedes intuir las vistas desde ciertos asientos del teatro).
¿Qué os puedo decir del musical? ¡Se me pasó volando! La casi tres horas de duración (con intermedio) se me quedaron cortas. Ninguno de los dos conocíamos la historia y de hecho yo ni siquiera he visto El Mago de Oz pero aun así pude disfrutar, reírme y emocionarme con la historia de Glinda y Elphaba. No paramos de llorar con "Defying Gravity" y "For Good", nuestras dos canciones favoritas. ¡Qué voces! Tenía los pelos de punta con cada nota alta que alcanzaban. Además la obra cuenta con unos efectos especiales muy muy guays, además del dragón que podéis ver en la propia web del teatro.
En definitiva, os recomendaría que si os gustan los musicales, viváis esta experiencia. Os preaviso de que no es para todos los bolsillos así que ahorrad y destinad parte de vuestro dinero del viaje para un musical de Broadway. ¡No os defraudará!
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