Una iglesia es lo primero que encontramos en pantalla al comienzo de Mass, película del director estadounidense Fran Kranz y que se proyectó en el Teatro Jovellanos este domingo 21 de noviembre ante una gran audiencia que se citaba la mañana de una lluviosa jornada dominical como si de un viernes por la noche se tratase. ¡Cómo me gusta volver a ver las salas de cine llenas!
Es precisamente ese primer plano de un templo religioso como símbolo de paz, redención y perdón lo que nos augura lo que nos espera en los próximos minutos. Preparen sus mejores pañuelos para un viaje emocional por el dolor de dos familias unidas por la desgracia pero con posturas y posiciones muy diferentes: todos han perdido a un hijo, pero unos son víctimas y otros los padres de un verdugo.
El relato de Mass bien podría ser interpretado en un teatro ya que nos demuestra con qué poco se puede hacer una buena película. En un momento en el que el cine comercial apuesta cada vez más por los efectos especiales, la cinta es un buen recordatorio de que toda buena película debe nacer de una buena idea y sobre todo tener un buen guion, que enganche, que emocione y que haga empatizar. Por ello Mass se convierte en una gran obra cinematográfica de sólo 4 actores principales; en una única localización durante la gran mayoría del desarrollo de la historia y sin apenas música o efectos sonoros que nos saquen de aquella sala monocroma y de lo incómodo de un encuentro que jamás debería haber sucedido.
Protagonizan esta historia cuatro actores con una larga carrera como secundarios en algunas producciones muy reconocibles. Ann Dowd y Redd Birney interpretan a los padres del joven que asesinó a varios de sus compañeros de instituto y después se quitó la vida, mientras que Martha Plimpton y Jason Isaacs son los padres de uno de los chicos fallecidos en el tiroteo. En general la interpretación de todos ellos me ha parecido muy acertada aunque destacaría la de Plimpton e Isaacs, que transmiten tan bien su dolor que consiguen que se nos salten las lágrimas.
A nivel visual Mass tampoco decepciona con detalles que no me pasaron inadvertidos como el juego de sillas que acompaña al desarrollo de las posiciones de todos ellos en el conflicto: al inicio, sillas colocadas unas enfrente de las otras, representando posturas opuestas; en un momento dado, cada personaje en una esquina del cuarto, como si dentro de las propias parejas surgiesen posiciones que difieren; y al final, los cuatro cogidos de la mano en un minuto de silencio, simbolizando el perdón común, el cierre de una herida compartida.
¡Os recomiendo que vayáis a ver Mass a vuestro cine de confianza y nos vemos muy pronto para más cine en el #Ficx!
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